Y no quedó ninguno es un libro de Agatha Christie, me atrevería a decir que uno de sus más famosos. Fue publicado en 1939 y su argumento tiene la peculiaridad de contarse a través de una canción infantil de cuna en la que se cuenta cómo diez personas van muriendo de distintas maneras Esto es, resumidamente, lo que sucede en el libro: diez personas se reunen en una pequeña mansión de una también pequeña isla y comienzan a morir de forma repentina e inexplicable.
Aunque la trama en un primer momento me resultó interesante, no me lo pareció tanto cuando empecé a leer el libro. Al principio, es bastante denso y lento, pues te presentan las piezas del juego con mucho detalle: quiénes son los personajes, de dónde vienen, quién les ha invitado a la isla y cómo... Tanta información de golpe es algo confuso, pero entiendo que es necesaria.
A medida que el libro va avanzando, la curiosidad se vuelve cada vez mayor. ¿Quién es el asesino? ¿Hay varios? ¿Es uno de ellos? ¿Es alguien ajeno a ellos? No soportaba no saberlo, ni seguir sin entender qué estaba pasando y por qué.
Sin embargo, el final, que da la impresión de que va a ser algo enorme y rebuscado, me resultó bastante simple e incluso obvio (teniendo en cuenta que es imposible saber quién es el asesino). La tensión y la incógnita se mantienen hasta casi el último momento y por eso esperaba algo más impactante, algún giro de la trama que me dejara boquiabierta. Pero me quedé fría y un poco decepcionada.
He de decir que leí este libro de forma conjunta y creo que eso lo hizo mucho más divertido. Cada semana quedábamos para hablar de los capítulos que habíamos leído y siempre teníamos alguna teoría rara de cómo se estaban produciendo las muertes. Quizás eso también contribuyó a que tuviera unas expectativas tan altas con el desenlace. Me esperaba algo más, pero eso no quita que no sea un libro ligero y entretenido que puedas leer cuando te apetezca un poco de misterio.
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